viernes, 1 de febrero de 2008

Alemania avanza en la producción de energía solar: alternativa de lucha contra el cambio climático

La Comisión Europea, brazo ejecutivo de la Unión Europea, ha planteado a los países del bloque reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 20 por ciento de aquí a 2020, y hasta un 30 por ciento si hubiera un acuerdo internacional, teniendo como referencia los valores emitidos en 1990. La Comisión planteó además, también para dentro de 12 años, que el 20 por ciento de la energía producida por el bloque provenga de fuentes renovables y que el rendimiento energético aumente el mismo porcentaje.

Alemania parece estar marcando el camino, fundamental en lo que es la lucha contra el cambio climático. Líder mundial en la producción de energía solar, ese país construye plantas en diversas partes del país, desarrolla la tecnología necesaria y elabora los paneles solares, al tiempo que favorece fuentes laborales en zonas donde el desempleo es muy alto.

Se estima que casi 400 000 hogares tienen sus paneles instalados, de acuerdo a una investigación de la cadena británica BBC.

El corazón de la industria solar de Alemania se ubica en la ex Alemania Oriental. Allí, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Leipzig, se está construyendo lo que sería la mayor planta de energía solar del mundo. Ya hay en esa zona, soleada y con lugar suficiente para plantas de energía solar, varias hectáreas de paneles alineados y cuando la planta esté terminada se espera que cubra el equivalente a 200 canchas de fútbol y suministre energía a más de 10 000 hogares.

En la actualidad, más del 10 por ciento de la energía que produce Alemania surge de fuentes renovables, entre otras cosas porque también es líder en la producción de energía eólica. De acuerdo a cálculos estimativos, Alemania podría producir el total de su energía a base de fuentes renovables en 2050.

Uno de los factores que ha impulsado la generación de energía en el país a través de estas fuentes alternativas es la fijación de un mecanismo de mercado, que asegura a los proveedores de electricidad a base de energía solar un precio fijo durante 20 años en el pago que reciben del Estado por su contribución a la red energética nacional. Los consumidores pagan un extra en la tarifa para favorecer esta industria.

“Si pones una turbina de viento, una planta de energía a biogás, o si pones una planta de energía solar, obtienes un precio fijo por 20 años, que depende por supuesto del tamaño y tipo de la planta”, dijo Christian Hinsch, representante de Juwi, la compañía a cargo de la central ubicada cerca de Leipzig.

Cuentan con ese beneficio tanto los propietarios de grandes plantas de energía solar como los hogares que conectan sus propios paneles a la red nacional, que reciben aún mejores precios. Se trata de cifras bastante más altas que las que se paga a los proveedores de energía a base de combustibles fósiles.

La producción de energía mediante la utilización de fuentes renovables como la solar y la eólica es fundamental en la lucha contra el cambio climático, provocado por las altísimas emisiones de gases de efecto invernadero, propias del uso insustentable de los combustibles de origen fósil. Los principales contaminantes son los países ricos, como Alemania y el resto de los estados de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Japón, entre otros.

Organizaciones ambientalistas y movimientos sociales que luchan por la justicia climática, y que se reunieron en diciembre en Bali, de forma paralela a la COP 13 de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, para hacer oír sus demandas, han reclamado que los países ricos se responsabilicen por la deuda ambiental y social que tienen con los Estados pobres. Pidieron, entre otras cosas, que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero, al menos un 40 por ciento para 2020 con respecto a los valores de 1990 dijeron desde Amigos de la Tierra Internacional.

Esa federación ambientalista pidió además que los países desarrollados utilicen fuentes renovables de energía, sean eficientes en el uso de la electricidad y que transfieran fondos a los Estados pobres para que puedan enfrentar el cambio climático y producir de forma limpia. La Unión Europea y Alemania en particular dan algunas señales de estar escuchando las demandas, lo que habrá que confirmar en el futuro.

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